Copio aqui un estupendo diario de una relactación que he encontrado por la web. TODO UN EJEMPLO.FELICIDADES A NURIA, UNA ESTUPENDÍSIMA MAMÁ.Diario de una relactación
14 de Marzo: "¡Estoy embarazada!". Será nuestro primer hijo. Estamos muy emocionados. Es un embarazo totalmente deseado.
25 de Junio: La ecografía revela que será una niña. Tengo intención de darle el pecho, lo tengo muy claro. Se lo comunico a mi ginecólogo y la comadrona que me atenderán en el parto, no me dan ningún consejo especial. Claro, dar el pecho es natural, sale bien por sí solo. En el curso de preparación al parto, nos pasan un vídeo de lactancia sobre las madres escandinavas. No nos hablan más de la lactancia ni nos aconsejan, en ningún momento, de ponernos en contacto con ninguna asociación de apoyo a la lactancia (de hecho, yo ni sé que estos grupos existen). Claro, dar el pecho es natural, sale bien por sí solo. Ni me planteo que dar el pecho podrá darme ningún problema mayor; y, si lo hay, tengo a mi médico y el personal de la clínica que me ayudarán cuando sea el momento. Realmente, ahora me doy cuenta: ¡qué ingenua!.
28 de Octubre: Tengo malestar, parecido a dolores premenstruales. "Dolores de encajamiento", me dice una comadrona del pueblo de mis padres, puede ser que estés de parto mañana como dentro de quince días. Quizá aún es pronto, "sólo" estoy en la semana 38.
30 de Octubre: Vuelvo a tener ligero malestar, similar a un suave dolor premenstrual, un dolor continuo, durante la noche. Por la mañana, se convierte en una molestia regular, cada cinco minutos. Llamo a la comadrona. Me dice que estoy de parto. Llegamos a la clínica a las 8:30h. Estoy dilatada de 3 centímetros. Me llevan a una habitación individual para dilatar. La comadrona va a por faena. Me pone el enema (no hacía falta, ya que mi cuerpo ya se había encargado de eso antes). Me rompe la bolsa de las aguas. Sigo dilatando. Me monitorean externamente y la comadrona me realiza constantes tactos vaginales. A las 11:00h entra una doctora y me dice que me pondrán la epidural, estoy de 6 centímetros y, hasta ahora, estoy muy relajada, apenas sin notar dolor. Soy incapaz de plantearme no ponerme la epidural. Todo el mundo lo hace, será lo correcto y lo más adecuado.
La punzada es desagradable. Aún me duele, y me dolerá durante tiempo. Empiezo a notar unos temblores y escalofríos horribles, apenas puedo hablar, me asusto. Dejo de dilatar y la comadrona me pone un gotero con oxitocina. El ginecólogo se pasa a ver cómo va todo y dice: "¿se ha parado? ¡Tendré que anular las visitas de la tarde!", un comentario "muy" apropiado para la ocasión... La comadrona va aumentando la dosis de oxitocina, porque mi cuerpo se ha parado, mientras va realizando tactos vaginales constantemente. Me dice que la cabecita de mi bebé está mal colocada, con la barbilla hacia arriba, y eso le impide descender bien, por lo que tiene que hacer "maniobras". Al cabo de una hora, parece que la cosa marcha mejor. Son las doce.
Vamos a la sala de partos. Allí, me trasladan de la camilla a la "mesa" de partos. Estoy totalmente plana, mi espalda horizontal, y con las piernas dobladas al máximo, con la zona vaginal y anal totalmente expuesta. Me rasuran. Tanto el ginecólogo como la comadrona van maniobrando para poner bien la cabeza de la niña, o al menos eso dicen. Yo sólo veo el techo. En ocasiones, piden que puje, así lo hago. El ginecólogo va amenazándome que "si no sale ahora, haremos cesárea". Debo ser un espectáculo, ya que han dejado la puerta abierta de la sala donde estoy pariendo. A las 13:30, nace mi bebé, con el uso de espátulas, tras una gran episiotomía.
Nace sucia de meconio. No sé exactamente qué significa. Lavan a mi bebé y, ya vestidita, me la ponen encima mío durante un minuto y se la llevan para que el pediatra la revise. La revisión tiene que ser muy "buena", pues tardan tres horas interminables en traérmela (una semana después, nos enteramos que no han sido capaces de detectar que le fracturaron la clavícula en el nacimiento). Una enfermera maleducada me entrega la niña. Le digo que quiero darle el pecho y, con malos modos, me la pone en mis brazos. Le pido que me diga cómo puedo hacerlo, y me dice "¡así!, ¡te la pones al pecho y ya está!". Se va, sin más...
2 de Noviembre: durante los tres días, ningún profesional de esa clínica ha sido capaz de enseñarme correctamente cómo dar el pecho a mi niña (ninguna indicación sobre la postura correcta). Sólo me dicen que le tengo que dar el pecho durante veinte minutos durante cada dos horas; por la noche, nadie se pone de acuerdo si tengo que despertar o no a la niña para que coma. La verdad, no me aclaro, me encuentro muy perdida. Cuando me pongo la niña al pecho, duele mucho, cada vez más; la enfermera me insiste:"dar el pecho duele, todas las mujeres hemos sufrido": Cada día se llevan la niña un rato por la mañana. No dan mayores explicaciones. Yo supongo que es normal y bueno que hagan eso. El mismo día del alta hospitalaria, se llevan mi niña durante 4-5 horas para hacerle la última revisión; sospechan ictericia y estamos a punto de dejarla ingresada. Nos vamos a casa. Marina ha perdido más del 10 por ciento de su peso.
3 de Noviembre (madrugada): las grietas que poco a poco han ido saliendo, se vuelven más dolorosas; tal como nos han aconsejado en el hospital, intentamos utilizar pezoneras, de todo tipo. Las grietas empiezan a sangrar y la niña rechaza el calostro. La niña sólo llora y no come. Asustados, nos vamos a urgencias por la madrugada. Me atiende una ginecóloga nada humana; me escribe en el papel de visita: "suspensión de la lactancia" y, en otro papel, "sacaleches eléctrico". Se va, tiene mucha faena. No me explica nada. Emocionalmente, me encuentro muy mal, estoy llorando y me siento muy asustada y perdida, reconozco que no soy yo. Una enfermera llama al pediatra de guardia para ver a la niña, ya que hace muchas horas que no come y, después de ver el corto informe de la ginecóloga, me aconseja que me retire la leche porque "los niños aprenden muy rápido, se acostumbran al biberón y después no quieren pecho; será un círculo vicioso, lo más seguro es que después te vuelva a pasar lo mismo". Me receta Dostinex y me aconseja que me lo tome "¡ya!", porque aún no he tenido la subida de la leche y es más efectivo entonces. No me explica ninguna otra opción. El pediatra me da dos muestras de leche artificial para bebés, para que empiece a alimentar a mi hija.
3 de Noviembre (por la mañana, en casa). Llamo al ginecólogo que me atendió durante el embarazo y el parto. No consigo hablar con él, porque no lo consideran una urgencia. Su respuesta, a través de la enfermera, es:"si un profesional te lo ha recetado, sus acertadas razones tendrá". Llorando y desconsolada, mi marido y yo decidimos hacer caso a los médicos porque creemos que, como médicos, tienen razón y que te aconsejan con "conocimiento de causa". Me tomo el Dostinex, aunque sé que no estoy en condiciones mentales de tomarlo. Me siento mala, muy mala. El "baby blues" se convierte en una síndrome depresiva moderada.
4 de Noviembre. Mis pechos están hinchados, me duelen. Se me hinchan los tobillos, me cuesta permanecer de pie. Me siento horrible. Es indescriptible. Empiezo a preguntarme porqué acabé tomándome esa medicación. Los sentimientos de culpabilidad me privan de dar los biberones a mi hija. Me paso el día llorando, desconsolada, soy muy dura conmigo misma.
5 de Noviembre: mi marido llama al Centro de atención primaria para que nos programen para el pediatra y habla con la enfermera pediátrica; le explica nuestro caso.
6 de Noviembre: nos llama la enfermera pediátrica y me dice que es posible volver a dar el pecho a mi hija; nos da el teléfono de Inma Marcos, de Alba-Lactancia Materna. La llamo inmediatamente y quedamos para el día siguiente. Es un rayo de luz en esa oscuridad. Entonces, mis padres me desaconsejan de ir, no confían que eso vaya a salir bien y temen que vuelva a hundirme. Vuelvo a llamar a Inma para decirle que no lo veo claro, me habla, y aunque mi familia no me apoya totalmente, mi marido y yo decidimos ir.
7 de Noviembre: "¡No hace daño!", es lo primero que digo cuando Inma me enseña la postura correcta. Me explica el proceso de la relactación, me habla del relactador o lait-aid de Medela, el uso de jeringuillas o cucharillas para alimentar a la niña, me proporciona el teléfono del Dr. Ruiz. Estoy muy contenta, pero emocionalmente muy débil y frágil, aún con enormes sentimientos de culpabilidad. Volvemos a casa, probamos la jeringuilla, probamos la cucharilla. Un fracaso, estoy demasiado nerviosa, tengo poca paciencia. Me desespero cuando, en las farmacias, nadie ha oído hablar de lo que es un relactador y, en otra farmacia, me dicen que "eso se tiene que fabricar especialmente para ti y tardará diez días". Otra vez, un fracaso, todo se me hace una montaña. Mi madre, mi padre: "déjalo, sigue con biberón, todo irá bien, ya lo superarás y la niña crecerá igual, ¡incluso es más cómodo!". Mi marido: "no quiero verte llorar más, intentemos seguir adelante con biberón". Yo: "tiro la toalla". No soy capaz de llamar a Inma. Lo hace mi madre, unas tres veces, pero salta el contestador. No deja ningún mensaje.
12 de Noviembre: escribo un e-mail a Inma, diciéndole que no relactamos.
13 de Noviembre: lnma me responde vía mail; lo que me dice me hace pensar y, afortunadamente, reacciono.
17 de Noviembre: mi niña tiene 18 días, 15 de los cuáles se los ha pasado con biberón. Me conecto a internet, busco información sobre la casa Medela. Encuentro el relactador. Llamo a Dr. Ruiz, le explico el caso, me da indicaciones a seguir. Esta noche veo el programa de televisión "Entre línies", casualmente hablan de la lactancia materna. Sale Inma, Dr. Ruiz, madres que han tenido problemas y una madre que intenta la lactancia inducida porque adopta una criatura. Todo eso me anima aún más.
18 de Noviembre: la distribuidora de Medela me envía a casa el sacaleches eléctrico de uso hospitalario y el relactador. Empiezo a utilizarlo.
19 de Noviembre: llamo a Inma y le digo que hemos empezado a relactar. Sus consejos me animan mucho. Emocionalmente aún no estoy bien, pero sí me encuentro más fuerte que al principio.
20 de Noviembre: Dr. Ruiz nos da pautas para disminuir la leche artificial y para potenciar el aumento de la leche materna: teta, teta y más teta. Empezamos de lleno el camino de la relactación:
- tengo que estar todo el tiempo posible estimulando el pecho; la niña tiene que comer a demanda, todo el tiempo que quiera (cuanto más tiempo, mejor). Tantos días de biberón han hecho que no esté acostumbrada a trabajar con la mandíbula, sólo chupa. Tiene que aprender a mamar bien y, al principio, nos DESESPERA a las dos, porque duele y me la saco del pecho para corregir la postura; se enfada. También me estimulo el pecho con el sacaleches eléctrico. Lo hago sobretodo por la noche, para vaciar bien el pecho y para estimular más la producción.
- no damos ningún biberón a la niña. Para darle la leche artificial, que vamos disminuyendo progresivamente, utilizamos el relactador de Medela. Aunque en las fotos parece fácil de utilizar, no es así. Que si ahora el tubito no ha entrado en la boca, que si ahora no baja la leche, que si ahora se ha sacado el tubito de la boca con la mano. ¡Algunas tomas son AGOTADORAS! Las dos primeras semanas, necesito que mi marido o mi madre me ayuden con el relactador, es imposible hacerlo sola.
- Pesamos a la niña cada pocos días, para que no haya perdido peso. Mientras va ganando peso y va haciendo pipís, el Dr. Ruiz nos va indicando que le disminuyamos la cantidad de leche artificial. Disminuir no es tan fácil: temo no darle suficiente alimento, temo no tener aún suficiente leche, temo hacerle pasar hambre. Me estresa sentirla llorar, mi primera reacción siempre es: "tiene hambre, no está satisfecha".
- Llega un día en que sólo le doy unos 60-120ml (al día) de leche artificial. Tanto Inma como el Dr. Ruiz me animan para que "nos tiremos a la piscina" y nos olvidemos de la leche de bote. Estamos alrededor del día 20 de Diciembre, aproximadamente un mes después de haber empezado el camino de la relactación.
- Durante los días siguientes (pocos), y producto de mi inseguridad, conservo el relactador y, si me parece que la niña se ha quedado con hambre y no está satisfecha con el pecho solo, le doy mi leche previamente extraída con el sacaleches. Sólo le llego a dar unos 30-90ml al día. Una tontería, pero esto me hace estar más tranquila.
- En enero, abandonamos el relactador definitivamente. ¡Un éxito! Lactancia materna exclusiva.
- En ocasiones, aún tengo temores, por ejemplo "tener poca leche" (pensamientos distorsionados, como los que explica el Dr. Carlos González en su ponencia); sé que no son reales.
- Desde que la niña está sólo con lactancia materna exclusiva está más tranquila, tiene mejor aspecto e, incluso, la veo más feliz (quizá me lo estoy imaginando, pero esta es mi percepción). Yo también soy más feliz.
- Hemos tenido escasa comprensión al relactar. Sólo ha creído en esto mi marido, a parte de Inma y del Dr. Ruiz. Sin el apoyo de la pareja, la relactación es inviable. Mis padres, suegros, amigos y conocidos aún ahora no entienden cómo puede ser posible que se empiece con biberón y que, después, se pueda volver al pecho. Muchos no le dan importancia: "¡con lo cómodo que es el biberón!".
- Concluyendo: tras un parto medicalizado e instrumentalizado (enema, rasurado, epidural, oxitocina, espátulas, episiotomía, amenazas de cesárea, y rotura de clavícula de mi niña) y un nulo apoyo inicial en la lactancia, hemos tenido éxito en la relactación (con el asesoramiento adecuado y con mucha paciencia). Dentro de lo mal que lo hemos pasado, esta experiencia nos ha permitido conocer a grandes personas (en lo humano y en lo profesional) y aprender mucho acerca de la lactancia (así como del embarazo y del parto).
Nuria sigue amamantando a su niña desde noviembre de 2003
Nuria
Consiguió RELACTAR tras consultar a ALBA LACTANCIA MATERNA
www.albalactanciamaterna.org